DAREMOS INICIO A NUESTRA ORACIÓN
No sólo tu cerebro hará oración, ni siquiera sólo tu corazón. Eres tú, con todo lo que tú eres.
Por lo tanto, comienza por tu cuerpo: si es incorporado en la oración, todo será más fácil. Es importante que tu columna esté recta, apoyada en sí misma, porque en esta forma el cuerpo estará más cómodo y descansado. Ayuda mucho respirar lenta y profundamente: si la sangre está bastante oxigenada, el cuerpo tendrá una sensación de bienestar que ayudará a la oración. Es mejor que las piernas estén extendidas (no apoyada una sobre la otra); lo mismo vale para las manos, los párpados y todo el rostro.
Ocupa todo el tiempo necesario para crear una sensación de reposo y de bienestar. Así estarás en un estado de ánimo sereno para pensar que, si no lograras combinar nada en la oración, al menos te sentirás físicamente bien durante el tiempo que dedicarás a ella.
Ahora puedes comenzar a serenar tus pensamientos. Presta atención a los rumores que logras percibir: escúchalos con serenidad, no te distraerán durante la oración. A veces sucede que te acuerdes de algo importante; el temor de olvidarlo es una dificultad para orar: escribe una palabra en un papel, y estarás seguro de no olvidarte más tarde.
Sereno, en paz contigo mismo y con el mundo, puedes expresar al Señor tu disponibilidad, tu deseo de organizar tu vida según su estilo y de hacer juntos algo grande. Si te ayuda, puedes recordar una frase de la Biblia (”habla, Señor, que tu siervo escucha”, “Zaqueo, baja en seguida, porque hoy debo quedarme en tu casa”, “yo estoy a la puerta y llamo”, etc.).
Presenta tu petición al Señor, hablando como un amigo habla con su amigo. Lo que pides no es sólo algo útil para ti; es algo que el mismo Señor quiere darte si tú se lo pides. Tómate un tiempo en esto.
Comienza a leer sin prisa el texto elegido para este tiempo de oración: puedes hacer una lectura lenta, acompañada por el movimiento de los labios. Si una frase te gusta, detente y repite 3 o 4 veces las mismas palabras, sin hacer un análisis de su significado: tómalas así, como suenan y gustan, como si sintieras su sabor en la boca.
Presta atención al lugar donde se desarrolla la escena de la Biblia que has tomado para la oración: observa algún pequeño detalle que tu imaginación te ha hecho descubrir. No sigas adelante hasta cuando te sentirás a gusto, sereno, sin necesidad de ir a buscar muchas cosas. Entonces puedes prestar atención a las personas que aparecen en ese texto: qué hacen, cómo actúan, las frases que dicen.
Un paso sucesivo puede ser el de verte a ti mismo tomando parte en la escena: que ayudas a alguien, que expresas un sentimiento, que hablas, que escuchas.
Puede suceder que de pronto te des cuenta de que estás distraído. Vuelve un momento al comienzo y ayuda a tu cuerpo a meterse de nuevo en la oración. Presta atención al origen de la distracción: mírala con serenidad, invita al Señor a conocerla. Después vuelve con calma a rehacer el camino recorrido en la oración hasta el momento en que te diste cuenta de que estabas distraído.
Si la distracción persiste, apoya tu oración en la lectura del texto que habías elegido al comienzo (¡no busques otro texto! La distracción puede ser una parte importante de la oración y es necesario estar atento a no desviarla) y habla con tus palabras al Señor.