¿Cómo enseña San Ignacio la Oración?
Sin duda será, ante todo, señalando el camino que él mismo recorrió. Es propio de la sabiduría práctica y del adoctrinamiento experimental el que se funde más en experiencias personales que en teorías de especulación. La experiencia, como es sabido, enseña más en los problemas de la vida que la lectura y la especulación. Y es también sabido que Ignacio recorrió el camino de sus Ejercicios, y que por este medio llegó a tan alta contemplación y oración [1] . El mismo afirmó al P. González de Cámara, hablando de sus Ejercicios, que «algunas cosas que observaba en su alma y encontraba útiles, le parecía que también podrían ser útiles a los demás, y así las ponía por escrito, verbi gratia, aque110 de examinar la conciencia, con aquel modo de líneas, etc.» 2 . Por esto el magisterio ignaciano sobre la oración lo hemos de hallar primariamente en los Ejercicios.
LOS EJERCICIOS ESCUELA DE ORACIÓN
La primera experiencia o prueba que indicó San Ignacio para los que entran en la Compañía de Jesús son los Ejercicios por un mes [1] ; «porque sabía —al decir de Nadal— que en ellos se reciben principios y fuerza para que podamos llegar a toda perfección y, si quieres, sublimidad de oración» [2]. De esta manera, por este experimento de un mes de Ejerêicios, al entrar en la Compañía se debían dar y enseñar al candidato los medios de oración y vida espiritual que le habían de servir y ayudar en toda su vida religiosa. Y al mismo tiempo se debía conocer su aptitud para la vida de oración y de contemplación [1], tan propia de una orden religiosa de acción apostólica. No sería difícil, a este propósito, recoger abundantes testimonios de la historia acerca de esta función didáctica y pedagógica que, en orden a la oración, corresponde a los Ejercicios ignacianos. San Pedro Canisio nos dirá que en los Ejercicios es donde aprendió a orar en espíritu y verdad [2] . Y Nadal nos habla de religiosos que enviaron a hacer los Ejercicios a quien pensaban recibir por novicio, para que fuera instruído en la manera de hacer oración7 ; y, hablando en general, le maravillaba —y en esto había mucho de propia experiencia— el que grandes teólogos, que ciertamente no ignoraban nada de los componentes materiales de los Ejercicios, confesaban después de hacerlos que entonces comenzaban a ser teólogos (aludiendo al conocimiento sentido y vital que sobre las verdades dogmáticas habían adquirido por la oración en los Ejercicios) y comprendían cuánto les faltaba todavía, «después de tantos estudios, lecciones, libros y disputas» [3] . Los primeros compañeros de S. Ignacio, aquellos estudiantes de París, fueron introducidos en la vida de oración por la práctica inicial de los exámenes y por los Ejercicios [4] .
Y asimismo es pensamiento muy ahincado en el P. Nadal que por los Ejercicios quiso Dios ayudar a la Iglesia en la vida de oración [1] , y que «si en las Constituciones [de la Compañía] no se hace tanta mención de la oración, es precisamente porque se supone que han precedido los Ejercicios» [2] La Compañía —según él— enseña la oración por medio de los Ejercicios [3]
VARIEDAD DE MÉTODOS
Como primera pregunta es fácil la siguiente: ¿Qué método de oración se enseña en los Ejercicios? Y no hemos de responder con un método, sino con muchos métodos. Sería error, y ya bastante obsoleto y trasnochado, creer que lo típico ignaciano es el llamado «método de las tres potencias», según el esquema del primer ejercicio en la primera semana (Ejerc. 45-53), o según el esquema vulgarizado por la Ratio meditandi del P. Roothaan. Siempre se actuarán en los ejercicios mentales de oración nuestras tres potencias, memoria, entendimiento y voluntad; pero hay un ejercicio, el antes aludido, que se llama por S. Ignacio «meditación con las tres potencias sobre el 1.0, 2.0 y 3.0 pecado», porque en él expresamente se habla de «traer la memoria sobre el primer pecado, que fué de los ángeles, y luego sobre el mismo el entendimiento discurriendo, luego la voluntad…» (Ejerc. 50). Y en la actuación de las tres potencias se insiste todavía expresamente por el santo en este punto y en los dos siguientes: «Digo traer s en memoria el pecado… y así consecuenter discurrir más en particular con el entendimiento, y consecuenter moviendo más los afectos con la voluntad, (Ibid.)
Pero este método ni es el único ni es el más frecuente en Ejercicios.Ya en la primera semana encontramos las «repeticiones»; en las cuales, presupuesto el trabajo meditativo de dos ejercicios anteriores sobre los pecados, se insiste «notando y haciendo pausa en los puntos que he sentido mayor consolación o desolación, o mayor sentimiento espiritual» (Ejerc. 62); y se insiste en la oración de súplica y en los coloquios por medianeros (Ejerc. 63). Por donde se ve el carácter más bien afectivo que, en general, adopta el ejercicio de la «repetición», sobre todo en los puntos donde ha habido con. solación. También en la primera semana hallamos el «resumen», que tiende a revalorizar y fijar en la mente los recuerdos y vivencias de los ejercicios pasados, discurriendo asiduamente, sin divagar, por la reminiscencia de las cosas contempladas, sin olvidar la súplica insistente (Ejerc. 64).
El esquema de la «meditación del infierno» (Ejerc. 65 sg.), que es verdadera meditación, y sólo en la forma externa aplicación de sentidos, pero no de aquellas que vendrán en segunda semana [1], nos habla también de libertad y relativa abundancia de métodos aun dentro de la primera semana.
Las «contemplaciones» de la vida de Cristo, que seguirán durante las semanas restantes de Ejercicios tienen más de intuición que de meditación abstracta y discursiva. Se recuerda, en efecto, brevemente la historia del misterio (Ejerc. 102); hay que situarse en el lugar donde ocurre (Ejerc. 103) y «oer las personas» (Ejerc106,..), «oír lo que hablan» (Ejerc. 107…), «mirar lo que hacen» (Ejerc. 108…), y aun participar en la escena: «haciéndome yo un pobrecito y esclavito indigno, mirándolos, contemplándolos y sirviéndolos en sus necesidades, como si presente me hallase, con todo acatamiento y reverencia posible» (Ejerc. 114). El «reflectir para sacar provecho» (Ejerc. 106… ) que se sugiere, no destruye el carácter predominante de la intuición, ni ahoga los coloquios y la súplica que se prescribe (Ejerc. 109, 117…) en estas contemplaciones tan marcadamente ingemias y franciscanas, del tipo de las «Meditaciones vitae Christi», largo tiempo atribuídas a S. Buenaventura.
Siguen, diariamente, en la distribución normal de la 2sa y 3.a semana, a los dos ejercicios de contemplación pormenorizada, otros dos ejercicios de repetición, de tendencia simplificadora y afectiva, «notando siempre algunas partes más principales, donde haya sentido la persona algún conocimiento; consolación o desolación, haciendo asimismo un coloquio al fin» (Ejerc. 118, 120). Es la misma orden de proceder que se llevaba en las repeticiones de la primera semana, mudando la materia y guardando la forma (Ejerc. 119). Tienen, por tanto, el mismo carácter afectivo y simplificativo de antes, con relación a aquellas verdades u objetos que ahora se contemplan. En la 4.a semana hay sólo una repetición diaria, porque se han disminuído (ya no son cinco, sino cuatro) los ejercicios del día. Y tras las repeticiones «el traer de los sentidos» sobre las dos contemplaciones del día. Nuevo ejercicio de intuición simplificada, después de los anteriores ejercicios cotidianos de contemplación y repetición. Las maneras de proceder en la oración, que se formulan en algunas meditaciones características de los Ejercicios, como las del Rey temporal, Banderas, Binarios, contemplación para alcanzar amor, son índice de cierta flexibilidad, sobre todo en el cuerpo de la meditación, que no sigue siempre el mismo esquema.
Los modos de orar, fáciles para toda clase de personas, que se enseñan al final del libro, sobre examen de mandamientos, pecados capitales, uso de las potencias del alma y de los sentidos corporales (Ejerc. 238-248); o «contemplando la significación de cada palabra de la oración» (Ejerc. 249-257); o bien orando lenta y rítmicamente «por compás» (Ejerc. 258-260) : son clara expresión de variedad de métodos y de un deseo eficaz de hacer fácil el orar aun a los más cansados de cabeza o rudos de condición.
Todavía no hemos agotado el recuento de los modos de oración en Ejercicios y para fuera de ellos. Encontraremos, si examinamos con detención el librito, una manera de orar «cohsiderando a ratos por todo el día» las tres maneras de humildad y haciendo los coloquios (Ejerc. 164); o el «considerar» durante el último día dedicado a la Pasión «cuanto más frecuentemente po- drá, cómo el cuerpo sacratísimo de Cristo nuestro Señor quedó desatado y apartado del ánima, y dónde y cómo sepultado; asimismo considerando la soledad de nuestra Señora, con tanto dolor y fatiga; después, por otra parte, la de los discípulos» (Ejerc. 208 f).
Todavía no hemos agotado el recuento de los modos de oración en Ejercicios y para fuera de ellos. Encontraremos, si examinamos con detención el librito, una manera de orar «cohsiderando a ratos por todo el día» las tres maneras de humildad y haciendo los coloquios (Ejerc. 164); o el «considerar» durante el último día dedicado a la Pasión «cuanto más frecuentemente po- drá, cómo el cuerpo sacratísimo de Cristo nuestro Señor quedó desatado y apartado del ánima, y dónde y cómo sepultado; asimismo considerando la soledad de nuestra Señora, con tanto dolor y fatiga; después, por otra parte, la de los discípulos» (Ejerc. 208 f).
ABUNDANCIA Y AMPLITUD DE MÉTODOS
La sola enumeración precedente da idea de una gran riqueza de métodos para orar. Y, por tanto, sugiere la idea de una gran amplitud y libertad en el uso de los mismos. No hay nada de formalismos o encasillados que estorben o quiten el frescor del espíritu. Riqueza de métodos durante los Ejercicios, que permite al ejercitante probar y experimentar diferentes modos de proceder, para conocerlos en sus matices y peculiaridades, y apreciar cuál se le acomoda mejor, y adoptarlo después para su vida de oración.
Y la práctica de los contemporáneos del santo, fieles herederos de su espíritu, como Pedro Fabro en su «Memorial» de la oración, y Jerónimo Nadal y Francisco de Borja [1] en las meditaciones o escritos que nos han dejado, no sugieren un pensamiento de estrechez o rigor en el propio uso personal de los métodos ignacianos, sino más bien el de amplitud y acomodación a las diferentes vías por donde guía el Espíritu.
Es Nadal el que escribió las siguientes palabras: «Los superiores y los prefectos de la oración usen aquella moderación que sabemos era familiar al Padre Ignacio y decimos ser propia del Instituto de la Compañía, de suerte que si juzgan en el Señor que alguno avanza con buen espíritu en la oración, a éste no le prescriban nada, no le impidan [nihil illum interpellent]; sino más bien confírmenlo y anímenlo para que avance suave y eficazmente en el Señor. Pero, si hubiere alguien que o no aprovecha, o no adelanta bien, o que se deja llevar de alguna ilusión o engaño, a éste esfuércense por llevarlo en Cristo Jesús al verdadero camino y progreso de la oración.. [2]
Y es curioso observar que el mismo San Ignacio para los ejercicios que se deben hacer antes de los votos religiosos en la Compañía escribe que «se harán ,algunos ejercicios de los pasados [que se hicieron al entrar] o de otros» 17 Ni tiene Nadal, a este propósito, palabras de celotipia o recelo; porque escribe, después de alabar y ponderar los ejercicios ignacianos: «Ojalá que otros encuentren otro método mejor para instruir a todos en la oración y en el conocimiento y uso de las cosas espirituales»
PRÁCTICA DE LA ORACIÓN, MÁS QUE LA TEORÍA
Es característico de los auténticos ejercicios ignacianos el que respondan a su nombre, y no a una mera teoría o enseñanza especulativa. Se pretende en ellos el ejercicio y el ejercicio personal, La sola lectura del contenido del libro lo persuade. No se trata en ellos de un cursillo de Ascética, ni siquiera de un curso de «Ejercicios»; sino de una guía práctica, con indicaciones enteramente prácticas, o relativas a la acción, sobre lo que ‘se debe o puede hacer durante ellos y sobre el modo de hacerlo. Por esto siempre irá a ciegas sobre el uso y eficacia de estos ejercicios el que no los haya experimentado primero en sí mismo. De ahí que San Ignacio encargue a los suyos se tome uso «en dar los ejercicios espirituales a otros, después de haberlos en sí probado» 19 . San Ignacio no deja det encargar, y con palabras de insistencia, este ejercicio personal del que se pone bajo su magisterio.
La primera de las advertencias o «anotaciones» «para tomar alguna inteligencia en los ejercicios espirituales que se siguen» los define y declara mediante comparaciones de los ejercicios corporales, en los cuales el agente principal es la persona que se ejercita (Ejerc.
1). Encargará inmediatamente el santo que quien dirige a otro en los ejercicios, dándole modo y orden para meditar o contemplar, discurra solamente por los puntos «con breve o sumaria declaración», porque el ejercitante «discurriendo y raciocinando por si mismo y hallando alguna cosa, que haga un poco más declarar o sentir la historia, quier por la raciocinación propia, quier sea en cuanto el entendimiento es ilucidado por la virtud divina, es de más gusto y fructo espiritual, que si el que da los ejercicios hubiese mucho declarado y ampliado el sentido de la historia. (Ejerc. 2). Todo esto, conocido ciertamente, tal vez menos tenido en cuenta en la práctica, ilustra clara e inequívocamente sobre la mente del santo acerca de sus propios y auténticos ejercicios.
Por esto el arte de dar los ejercicios ignacianos no es el arte de la elo- cuencia y de la predicación, que actualmente mueve. Es más bien el arte de estimular la propia actividad f del ejercitante y de dirigirla convenientemente, iniciándole en el modo de orar por sí mismo y en el discernimiento de las mociones y espíritus…
Por otra parte, es de notar el empeño del santo en recalcar la importancia de las horas de oración Personal del ejercitante. Porque es aviso repetido «cómo en cada uno de los cinco ejercicios o contemplaciones, que se hará cada día, ha de estar una hora», y así procure siempre que el ánimo quede harto en pensar que ha estado una entera hora en el ejercicio, y antes más que menos. Porque el enemigo no poco suele procurar de hacer acortar la hora de la tal contemplación, meditación o oración» (Ejerc. 12).
Y esta hora se ha de llenar, no sólo cuando está el ánimo consolado; también en la desolación, cuando es difícil cumplirla. Y así, por hacer contra la desolación y vencer las tentaciones, «debe siempre estar alguna cosa más de la hora cumplida, porque no sólo se avece a resistir al adversario, mas aun a derrocalle» (Ejerce 13) [1] .
Prudente aviso el de la hora entera de oración, cuya sabiduría y la insistencia de Ignacio en recalcarlo se comprenderán a la luz de los tratadistas, que preguntan cuánto tiempo es necesario para tener entrada en la oración. Si Fray Luis de Granada y S. Pedro de Alcántara, al seguir y resumir al anterior, nos hablan de hora y media a dos horas como necesarias en ordinarias circunstancias para tener buena oración [2], fácilmente comprenderemos que San Ignacio, en el recogimiento y soledad de los días dedicados a ejercicios, se contente con una hora, pero sea, más bien —por lo visto hace un momento—-• riguroso en exigirla [3] .
«SENTIR Y GUSTAR DE LAS COSAS INTERNAMENTE»
A esto apunta evidentemente San Ignacio con la hora entera de oración. Que el espíritu tenga tiempo suficiente para llegar ahí, a ese sentimiento in- terno. A esto apunta con los puntos breves del que da a otro modo y orden para meditar. A esto con las repeticiones que encarga con tanta frecuencia y con las aplicaciones de sentidos.
Este sentir y gustar se pretende con toda intención. Si los dos primeros ejercicios de la primera semana tienen —como ya sabemos— mucho de meditación discursiva y son como un primer intento para llegar a penetrarse de aquellas verdades, la repetición que les sigue sugiere el carácter afectivo con que han de poseerse las mismas verdades. Porque se nota y se hacé pausa donde se ha sentido más consolación, para insistir en ella (Ejerc. 62); o donde ha habido desolación, como nuevo esfuerzo para apropiarse con el sentimiento lo que la primera vez no se consiguió.
El «resumen» (Ejerc. 64) tiende asimismo a la simplificación de los afectos y sentimientos al discurrir o repasar «por la reminiscencia de las cosas contempladas en los ejercicios pasados» (Ejerc. 64).
Pero donde campea más este carácter afectivo de la contemplación ciana es en las diarias repeticiones que tienen lugar —como ya dijimos— en la segunda, tercera y cuarta Semana de Ejercicios, después de dos ejercicios de contemplación sobre los misterios de la vida de Cristo; insistiendo en «algunas partes más principales, donde haya sentido la persona algún conocimiento, consolación o desolación» (Ejerc. 118, 119, 120 )
El «traer los cinco sentidos» (Ejerc. 121), la última hora antes de la cena, sobre las dos contemplaciones del día, y con posterioridad a las repeticiones, es un avance todavía mayor en la misma línea de simplificación de la mirada intuitiva, que ha dominado los ejercicios del día, y en la línea de gusto y reposo afectivo en la contemplación de los misterios. Por esto la aplicación de sentidos es oración más alta que las anteriores y, por su misma naturaleza* posterior a ellas [1].En esta misma coordinación de los ejercicios San Ignacio es fiel y consecuente con el pensamiento que enunció al principio de sus Ejercicios. «No el mucho saber —decía—- harta y satisface al ánima, mas el sentir y gustar de las cosas internamente» (Ejerce 2). Y, en efecto, para la vida cristiana no basta ver una idea o tener una ilustración, como veo un relámpago fugaz que ilumina la atmósfera. Hay que clavar la idea y el conocimiento en la mente, con el trabajo, rudo a veces y lento, del berbiquí.Ni basta saber la idea que he clavado en mi mente5 y que tengo permanente y aprendida. Para que sea idea-fuerza en orden a la acción, he de amar la idea, he de acariciarla una y otra vez, he de conocer sus valores, sus motivos, su por qué. Y Su por qué para mí, en concreto, no en abstracto.
[1] Diferentes testimonios sobre este particular pueden verse recogidos y resumidos en V. LARRAÑAGA» S. L, La espiritualidad de S. Ignacio de Loyola. Estudio coma parativo con la de Sta, Teresa, Madrid, 1944, p. 168-173.
[1] Y Cf. Ejerc. 128 («estando por espacio de una hora en cada uno de los cinco ejercicios») y Ejerc. 255 («si en una palabra o dos del Pater noster se detuvo por una hora entera»).
[2] LUIS DE GRANADA, Libro de la oración y meditación p. 1, c. 10, S 6; S. PEDRO DE ALCÁNTARA, Tratado de la oración y meditación p. 1, c. 12, aviso 6.
[3] Por otra parte, San Ignacio sostenía que a «uno verdaderamente mortificado le basta un cuarto de hora para unirse con Dios en oración». Memorial L. González
- 196: Fontes narrat. de S. Ignatio I, 644.
[1] Acerca de Nadal puede verse lo que decimos en jerónimo Nadal, sobre todo
- 207-210.[2] In Examen annotationes: Epist, Nadal IV, 652. Examen c. 4, ‘n. 4.
[1] Véase el estudio del P. ENRIQUE CARVAJAL, ¿El quinto ejercicio de la primera semana es aplicación de sentidos?: Estudios sobre Ejercicios (Semana de Loyola 1941),
- 425-444.El esquema de la «meditación del infierno» (Ejerc. 65 sg.), que es verdadera meditación, y sólo en la forma externa aplicación de sentidos, pero no de aquellas que vendrán en segunda semana [1], nos habla también de libertad y relativa abundancia de métodos aun dentro de la primera semana.
Las «contemplaciones» de la vida de Cristo, que seguirán durante las semanas restantes de Ejercicios tienen más de intuición que de meditación abstracta y discursiva. Se recuerda, en efecto, brevemente la historia del misterio (Ejerc. 102); hay que situarse en el lugar donde ocurre (Ejerc. 103) y «oer las personas» (Ejerc.
[1] Véase el estudio del P. ENRIQUE CARVAJAL, ¿El quinto ejercicio de la primera semana es aplicación de sentidos?: Estudios sobre Ejercicios (Semana de Loyola 1941),
- 425-444.
[1] «Breviter: videmus fere iacere orationem, devotionem periisse, contemplationem ignorari, sensus spirituales exulareà esse fere christianos, etiam qui boni habentur, speculative pios et effoete. Voluit igitur Deus per exercitia spiritualia praesidium afferre huic parti suae ecclesiae laboranti». Adhortatio 6.a: Epist. Nadal, IV, 668. Cf. Chr@n. Polanci 111, 552.553.
[2] Exhort. 1554; publicado en M. NICOLAU, Jerónimo Nadal, Madrid, 1949, P. 480.
[3] De la oración, specialmente para los de la Compañía: Epist. Nadal IV, 680.
Y asimismo es pensamiento muy ahincado en el P. Nadal que por los
Ejercicios quiso Dios ayudar a la Iglesia en la vida de oración [5] , y que «si en las Constituciones [de la Compañía] no se hace tanta mención de la ora-
ción, es precisamente porque se supone que han precedido los Ejercicios» [6]
La Compañía —según él— enseña la oración por medio de los Ejercicios [7]
[1] Cf. J. NADAL, Pláticas en Coimbra (1561), Granada, 1945, 8.a, p. 101. La cita de otros testimonios ibid.
[2] in spiritu et veritate Dominum precari didici» : Epist. et acta I, 43. Adhortatio 6:a: Epist. Nadal IV, 667.
[3] Ibíd.
[4] Cf. Ibíd. p. 666. 667.
[5] «Breviter: videmus fere iacere orationem, devotionem periisse, contemplationem ignorari, sensus spirituales exulareà esse fere christianos, etiam qui boni habentur, speculative pios et effoete. Voluit igitur Deus per exercitia spiritualia praesidium afferre huic parti suae ecclesiae laboranti». Adhortatio 6.a: Epist. Nadal, IV, 668. Cf. Chr@n. Polanci 111, 552.553.
[6] Exhort. 1554; publicado en M. NICOLAU, Jerónimo Nadal, Madrid, 1949, P. 480.
[7] De la oración, specialmente para los de la Compañía: Epist. Nadal IV, 680.
[1] Examen c. 4, n. 10.18; Cf. Constit. p. 3, c. 1, n. 20; p. 1, c. 4, n. 3, D.
[2] «Primam experientiam de his, qui se dedunt Societati, voluit per haec exercitia institui; huic [hinc] enim sciebat principia accipi et vim, unde ad omnem orationis, perfectionem et, si velis, sublimitatem evadere possimus». Adhortatio 6.a: Epist. Nadal IV, 669.
[1] Según el testimonio de J. NADAL : «Muy especialmente se ha de tener devoción en los ejercicios y en guiarse por ellos; porque por aquel principio ha venido el P. Mtro. Ignacio a tan alta contemplación y oración, y a hacer Dios por él tan grandes efectos», De la oración specialmente para los de la Compañía: MHSI, Epist. Nadal IV, 681. 2 El texto italiano en Acta P. Ignatii n. 99: Fontes narrat. de S, Ignatio I, 504.