¿Cómo vivió Jesús la pobreza?

Cómo vivió Jesús la pobreza.

“La manera de estar Jesús frente a los bienes (la riqueza) fue desde lo más bajo, como uno de tantos y situado en  el  desprestigio sociológico. Es decir, esta fue su forma de relacionarse con la riqueza, pero, ¿qué dijo de ella?”

El comienzo de la vida de Jesús ya plantea interrogantes de cara a este problema. Podemos decir que tuvo mala suerte con las circunstancias que rodearon su nacimiento: que si el censo, que si la  precipitación, que si llegaron tarde, …En definitiva podemos concluir que fue una mala “programación”… (cfr. Lc 2,1-7).

Hay algo que siempre me ha impresionado al llegar la Navidad: la costumbre de hacer  nacimientos, costumbre que ha llegado a convertirse hasta en “concursos”. Pues bien, en estos “nacimientos” destacamos el  Misterio, aunque todos sabemos que los “personajes” que están dentro del “portal” tenían el mismo “tamaño” que las demás figuras. Pero lo sorprendente es que, a la hora de seleccionar las “figuras”, no queda excluida ninguna: una mujer lavando en el río, un hombre arando, (¡un “tío” haciendo sus “necesidades”!)… Nada que sea real, nada cotidiano, queda al margen. El nacimiento de aquel niño es un acontecimiento más de los que en aquel momento se estaban dando, (¡los “ángeles” se aparecen a los pastores, no a los vecinos de Belén!), y lo único que lo cualifica son las circunstancias. “…y le acostó en el pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento…” Esto es lo que nos sorprende.

Pero no sólo a nosotros. Imaginemos brevemente lo que allí ocurrió y preguntémonos qué nos parece. En efecto, todo el mundo se enteró, cuando llegó este joven matrimonio a Belén, que habían tenido que meterse en aquella “cuadra” para animales y, por otro lado, todos se fijaron en que ella estaba embarazada. Cuando se corrió la noticia de que había dado a luz y que seguían en aquel lugar, acudirían las vecinas a llevarles algo: una gallina que su caldo es bueno para las “recién parías”, pañales, etc., y los que ni se diesen por aludidos se les consideraría como gente sin corazón. Por tanto, las figuras que nuestra imaginación coloca aproximándose al “portal” fueron reales, pero ¿por qué?

Y aquí es donde tenemos que preguntarnos por primera ves el “¿qué nos parece?” A primera vista puede parecernos algo vergonzoso que el “Esperado de todos los tiempos” naciese en unas circunstancias tan “indignas”, y es para “exigir” al “encargado” de programar el acontecimiento su “dimisión”, aunque fuese el mismo Espíritu Santo. Sin embargo, si caemos en la cuenta, naciendo en estas circunstancias suscitó alrededor lo mejorcito que hay en el corazón humano, sin necesidad de “ángeles”. Si hubiese nacido en la casa más rica  del pueblo, tan sólo habría suscitado indiferencia, cuando no envidia. Es decir, Dios se hace carne de la única forma en que objetivamente se despierta en nuestro corazón lo mejor de nosotros mismos. Parece, pues, que fue un acierto el entrar así en la historia.

Pero es que, después, toda su vida se la pasa en Nazaret. ¿Qué se sabe de ese pueblo llamado Nazaret? Jn 1,46 (dato muy importante, porque es indirecto), recoge la respuesta de Natanael a Felipe. Cuando éste, muy entusiasmado, le dice que han encontrado al Mesías, Natanael responde con toda espontaneidad: “¿De Nazaret puede salir algo bueno?”. Y el tal Natanael no era un “bocazas”, pues es de los pocos personajes que en el Evangelio reciben un elogio explícito del mismo Jesús: “Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño” (Jn 1, 47).    ¡Cómo serían los de Nazaret !

De hecho, brutos, eran. La reacción del pueblo entero que nos describe Lucas en el capítulo cuarto de su Evangelio no puede ser más llamativa. La referencia a “la viuda de Sarepta”, con el dicho de “médico, cúrate a tí mismo”, y su conclusión de que “ningún profeta es bien recibido en su patria”, no es para desencadenar una reacción como la que describe el evangelista: “y levantándose le arrojaron fuera de la ciudad, y le llevaron a una altura escarpada del monte sobre el cual estaba edificada su ciudad, para despeñarle” ( Lc 4, 29 ). Pues bien, ahí se crió y vivió toda su vida, hasta el punto que va a ser el título que le va acompañar hasta la cruz, y acompañará su nombre a lo largo de la Historia: JESÚS DE NAZARET.

Traslademos este dato a nuestro contexto y observaremos hasta qué punto la salida de Natanael se sigue dando entre nosotros con bastante frecuencia. Los que vivan en grandes ciudades en las que existan barrios conflictivos, los que allí viven siempre tienen problemas al buscar trabajo. ¡Cuantas chicas de estos barrios que buscan “horas” en una “casa bien”,  encuentran como respuesta: Ya le avisaremos, aviso que nunca llega!

Es decir, Jesús, no sólo nació en unas circunstancias “vergonzosas”, sino sobre todo, vivió toda su vida en un contexto sociológico no “recomendable”. Podríamos decir, con razón, que el “asesor de imagen” de Jesús fue un desastre. Su  curriculum sólo le aseguraba el desprestigio. Y esto se refleja, p.ej., en  Mc 6,3. Allí se admiran los “normales” de su pueblo: “¿de dónde le viene a éste esa sabiduría…?” Jesús había pasado como un cualquiera, tan cualquiera que cuando empiezan a decir maravillas de él, sus conocidos reaccionaban cómo nosotros en casos parecidos:_ “oye, ¿sabes tú que fulanito es una eminencia?”… “Bah, una eminencia… si lo conoceré yo”.

Seguro que muchos de sus vecinos lo que pensaban era lo mismo: “¿de dónde va a sacar éste las cosas extraordinarias, si nunca ha salido de aquí. Éste es tan zoquete como nosotros. Aquí nadie ha tenido la más mínima oportunidad. ¿Qué cultivo ha tenido?… Sus padres desaprovecharon la ocasión cuando se quedaron deslumbrados por el niño allí en el Templo. Pero se lo trajeron … ¡Hombre, dale una beca y que saque algo decente!”… Porque era “indecente” no haber salido nunca de Nazaret. La salida espontánea de Natanael nos revela algo muy importante para comprender las Bienaventuranzas: Jesús fue un cualquiera de un pueblo sospechoso.

Ya en la vida pública, uno que quiere seguir a Jesús se encuentra con esta respuesta: (Mt 8,19-20) “Y un escriba se acercó y le dijo: «Maestro, te seguiré adondequiera que vayas.» Dícele Jesús: «Las zorras tienen guaridas, y las aves del cielo nidos; pero el Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza»”. Las expectativas “lucrativas” se vienen abajo.

Una primera conclusión de lo que llevamos visto de la vida de Jesús es que fue pobre, no que optó por los  pobres. Si no hubiese sido pobre, ¿habría podido decir lo que dijo? ¿Nos imaginamos un Jesús a caballo, con “pecho de lata”, una espada…? ¿Su mensaje hubiese interrogado a todo el mundo? Sin embargo, todos se sienten interrogados por el Evangelio. Y es que el lugar más bajo es el más universal. A lo largo de estos días iremos cayendo en la cuenta hasta qué punto esto es verdad.

En la medida en que uno va subiendo escalones, de riqueza, o también de cultura, serán menos los que lo escuchen y entiendan, y cuando llega a todo lo alto está solo. Lo más universal, lo más válido, lo más liberador… lo único que puede darnos acceso a la verdad, y no al cuento, es lo más bajo.

Con qué cinismo desde el Primer Mundo lanzamos consignas teóricas al Tercero y nos “solidarizamos” con él, no estando dispuestos a reducir en lo más mínimo nuestro derroche y nuestros sutiles  mecanismos de extorsión… Nuestra solidaridad es un cuento porque la entendemos con mando a distancia, como veremos en la 3ª Bv. Sólo en la medida en que asumamos la realidad del otro, en que hablemos desde abajo, podremos decir algo al hombre de hoy, al hombre de siempre, porque el Evangelio no pudo ser anunciado por una persona bien situada, con todo resuelto

En el Primer Mundo nos hemos inventado la ‘opción por los pobres’. (Lo único bueno que tiene la frase es que no la entienden ni siquiera los mismos pobres; nunca han usado la palabra “optar”. ¡Y que no la cambien! El día que se enterasen, nos sacarían los colores). En efecto, convencidos de su “autenticidad”, el único alcance que tiene es ponernos tantas condecoraciones, que nos falta pechera para colgarnos medallas, mientras al mismo tiempo vivimos sin que nos falte nada, y lo que es peor, derrochando.

Jesús no optó por los pobres, sno que fue pobre. Optó por el ser humano, por todo ser humano, ya lo veremos, pero desde los pobres, siendo uno de ellos.

Resumiendo, la manera de estar Jesús frente a los bienes (la riqueza) fue desde lo más bajo, como uno de tantos y situado en  el  desprestigio sociológico. Es decir, esta fue su forma de relacionarse con la riqueza, pero, ¿qué dijo de ella?

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